Batea / Redacción Barcelona, 8 de agosto de 2024

Volvemos con Joan Arrufí y su hijo a hacer el seguimiento de la garnacha peluda de la finca del Mas d’Amades en la Partida de Trufes, tocando la Sierra del Coll.

Poco ha llovido en Batea durante estos dos meses de junio y julio, un par de días y unos 30 litros y por eso, suerte del riego de apoyo que permite un crecimiento “normal” de las cepas. “No es como la lluvia que empapa toda la tierra y distribuye el agua de manera regular por todo el trozo, pero ayuda a la planta a salir adelante. Sino, con estos tres años de sequía que llevamos la realidad sería muy pesimista, me dice Joan”. Ha lloviznado un poco estos días pasados ​​y esta mañana misma a primera hora y la tierra presenta ese color de barro con gotas de lluvia en los pámpulos. «Poco pero bienvenida, apunta».

Mientras paseamos e inspecciona las uvas me comenta la añada, aparte de la poca lluvia, las temperaturas han sido más suaves que añadas anteriores, sin puntas de calor y la uva madura más lentamente, “un poco, como las añadas más normales de hace unos años”, dice. Esperan una buena cosecha y con un estado óptimo del fruto. En los pámpulos ni rastro de mildiu o malura gracias a la buena brisa que cierzo y garbí hacen en el viñedo.

La vendimia se prevé muy buena, con una calidad y sanidad de la uva excelente 🙂

EL MAS D’AMADES
Es sin duda un paraje de gran belleza, donde el jardín aseado de viñedos convive con el moteado de bosques y el Mas medio en ruinas que Joan confía en restaurar para darle nueva vida. Con un punto de alegría me explica la emoción que sintió su abuelo al saber que el Mas d’Amades pasaba a ser propiedad de la familia porque él, de joven, había ido a trabajar a jornal.

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