Añada 2024 en los viñedos catalanes

a pie de viña entre la sequía y la esperanza

Paisdevinos
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La añada no podía empezar con peores perspectivas y una inquietud generalizada: desde el otoño del 2020, la pluviosidad en Cataluña había ido a la baja y especialmente, 2022 y 23 fueron unos años de una sequía extrema.

Redacción Barcelona, 22 de septiembre de 2024
Si siempre hemos oído decir que la viña vieja, debido a la profundidad de sus raíces, sufría menos la falta de agua, ahora nos ha tocado ver y vivir la muerte de cepas viejas de 50, 60 o 80 años que se han encontrado con un subsuelo completamente seco después de este ciclo largo y duro sin lluvia. En algunas comarcas, en la añada 2023 se quedaron por debajo de los 300 litros en todo el año: unas cifras propias de un clima casi desértico.

Enero y febrero vivieron en el viñedo tres hechos: la poda de supervivencia, el arranque de cepas y abrir pozos quien podía. Dejar la cepa preparada por el peor escenario, con una poda corta donde se buscaba salvar la planta encaminándola a hacer poca producción; arrancar cepas –sobre todo viña vieja- muertos por la sequía y quien podía, abrir pozos que estaban cerrados de hacía años o tratar de hacer otros nuevos.

Priorat, Montsant, Penedès, Les Garrigues, zonas tradicionalmente bien adaptadas a las sequías “normales” de nuestro país y por eso mismo, sin riego de apoyo, han sufrido mucho y ahora con las lluvias de la primavera, ven el futuro con más optimismo. Otros, como la Terra Alta, donde el riego tiene una presencia mayoritaria han encarado la añada con unas perspectivas positivas.

Y en todas ellas, la ausencia de golpes de calor y unas temperaturas bastante normales han contribuido a que la viña tenga un crecimiento vegetativo bastante bueno y sano. Sólo en algunas zonas de interior como Urgell, Pallars, Noguera y Cataluña central, las heladas tardías han causado daño a la planta en el momento final de la brotación. También, la granizada que afectó la comarca del Anoia ha sido una nota negativa en una primavera que ha devuelto el optimismo a nuestra viticultura.

El verano transcurrió siguiendo la tónica de la primavera; sequía pertinaz en Priorat, Terra Alta y la comarca de Garrigues y calor moderado, con episodios esporádicos de lluvias en el resto de zonas de la región. En resumen, una cosecha de supervivencia en esas zonas tan castigadas tras tres años sin lluvias significativas y una vendimia por debajo de la media, pero mejor de lo esperada en el resto.